domingo, 12 de octubre de 2008

El sol del membrillo



Una buena recomendación me ha llevado por fín a ver El sol del membrillo (Víctor Erice, 1992), justísmo retrato del pintor Antonio López.


Algo de frustración debo de tener yo con esto del arte, porque me conmueve sobremanera ver a un artista haciendo lo propio. Parece que quien se consagra a una disciplina hiciese de ello una necesidad casi fisiológica, un pacto de vida. El resultado es un accidente pero el proceso casi te trasciende.


En la película, Antonio López vive mientras pinta su membrillero. Observa meticuloso, día tras día, como cambia su árbol, adáptandose (cuerdas, marcas y plomadas mediante) a los caprichos del tiempo (sí, en ambos sentidos de la palabra).

De ahí supongo mi sentimiento de desazón: de lo inexhorable y lo efímero...

He visto una foto actual de Antonio (me lo voy a permitir, después de verle en su intimidad le siento familiar) y me he sorprendido al ver que estos 16 años también han pasado por su carnes y sus anejos (y al instante me viene a la cabeza el fotograma del membrillo caído en el suelo, camino de su descomposición). Pareciese que no nos merecemos el deterioro ni la muerte. Igual lo que pasa es que no nos merecemos ser membrillo.

3 comentarios:

Elisa McCausland dijo...

Querida, yo he estado en la casa donde Antonio López pintó el membrillo. El buen pintor es vecino de mi tía, :)

Trice dijo...

sí?! tiene pinta de ser súper entrañable...! algún día de estos podíamos hacerle una visitilla a tu tía, no? jejeje ;)

Mordisquitos dijo...

Me ha gustado mucho la descripción que haces del membrillo. Me apunto la película.